...cuenta la leyenda, que hace unos 40.000 años un “gran ser” llegó al planeta, ese ser dictaminó que nadie sería nada sin habérselo ganado antes con su esfuerzo. Pero nadie creyó al “ser” y la vida continuó siendo igual para todos, los que se esforzaban tenían las mismas garantías de vivir que los que no, los que no se esforzaban intentaban disimularlo, pero ese ser no bajó al planeta en vano, echó una gran maldición a los habitantes de ese planeta, cuando todos se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo fue demasiado tarde…
CAPITULO I: LA PLUMA RAYADA
El despertador, otra vez el maldito despertador, -¿nunca se cansará?-. Pensó Andrés. Se levantó de la cómoda cama, mientras se iba quitando las lagañas de una noche reconfortante, hacia días que no dormía tanto y tan bien.
Al levantarse notó las piernas dormidas y los brazos vagos. Se fue directo al armario y cogió toda la ropa para vestirse, luego mientras pensaba que tenía que volver a trabajar en el taller de su tío empezó a vestirse. Eran las 8 de la mañana, entraba a las 9 a trabajar, solo de pensar en el largo día que le esperaba se puso a temblar. Andrés era un chico de 15 años, acostumbrado a la buena vida de estudiante, era alto con los ojos claros y moreno. Cómo buen estudiante siempre tenía la excusa hacia sus padres que como aprobaba con buenas notas le dejaran hacer. Pero ese año, el padre de Andrés se le cruzaron los cables y lo mandó con su tío, Alfred. El padre de Andrés era inglés y su madre española, hacia años que vivían en Barcelona, rodeados de los grandes edificios, esculturas, ajetreo de tráfico y museos.
- Con tu tío vas a ir Andrés.- Le dijo un día.
- ¿Pero porqué?
- Porqué necesitas mejorar tu inglés y si vas a Edimburgo con tu tío, a su taller, te tendrás que comunicar y ya sabes que tu tío de español poquito, de manera que de una forma o de otra lo aprenderás.
Andrés no tuvo siquiera tiempo a protestar ya que al día siguiente estaba en un avión destino Edimburgo.
Encontrar a su tío fue bastante dificultoso, entre el idioma y que solamente lo había visto una vez en su vida les costó a los dos unas horas encontrarse, al final se encontraron y fue una bienvenida algo fría.
Su tío era un hombre tosco, ya que llevaba mucho tiempo ejerciendo el empleo de herrero. Andrés se dedicaría a atender a la gente que entraría al taller para pedir herraduras, piezas metálicas…
De esa manera Andrés se obligó a aprender o como mínimo comunicarse en ese idioma tan universal como era el inglés.
Andrés estaba alojado en la casa de su tío Alfred, mejor dicho en la buhardilla de su casa, tío Alfred no estaba casado ni tenía ningún hijo por lo tanto no sabía muy bien como tratar a niños y mucho menos a adolescentes, pero no dejaba de ser una persona magullada por la fragua del taller y dolida por la mala suerte en el aspecto amoroso, aún así era una persona con la cual se podía hablar, en ingles pero al fin y al cabo Andrés podía hablar. No obstante no pasaba mucho tiempo con su tío ya que él trabajaba casi todo el día en la herrería.
Andrés mientras estaba en Edimburgo llamaba a sus padres una vez a la semana. Como era verano sus padres aprovechaban para irse de vacaciones y muchas veces no los encontraba en casa.
Andrés bajó de la buhardilla, en el vestíbulo como de costumbre no había nadie, al fin y al cabo su tío siempre iba una hora antes al taller que él para empezar a calentar la fragua. Se sentó solo en la mesa de la cocina para comenzar a desayunar, en la mesa había una yesca de pan seco y una jarra de leche. Andrés pensó en los suculentos desayunos que tomaba en su casa de Barcelona, junto con sus padres y se veía sentado en una gran mesa con una cantidad indefinida de productos con lo cuales alimentarse de buena mañana, desde fruta hasta bollería pasando por lácteos y zumos. A Andrés se le hacía la boca agua solo de pensar lo bien que estaría en su casa si a su padre no se le hubiera ocurrido la maravillosa idea de enviarlo junto a un desconocido a un país del cual casi no conocía ni el nombre… Pero tenía que volver a la realidad, estaba en Edimburgo, país frío, muy verde pero que para él era mas bien una cárcel veraniega mas que unas vacaciones. Se tomó el vaso de leche y cogió la yesca seca de pan para dársela a las gallinas del establo. Abrió la puerta de la casa y se dirigió hacia el establo donde se escuchaba la incesante pelea entre las gallinas y el gallo, lanzó la yesca y miró su reloj… Aún quedaban 20 minutos para llegar al taller y no le apetecía nada ir, el taller estaba a unos 5 minutos andando lento. Así que fue a la panadería del pueblo dónde pasaba los ratos muertos, ya que también era una especie de Cafetería o mejor dicho una Teería, porque esta gente casi no tomaba leche, sino que la utilizaban para hacer quesos y yogures, de buena mañana se tomaban un Te. Entró en la cafetería de Miss Jane, era una mujer mayor con la que Andrés había tomado algo de confianza por el simple hecho de que sabía hablar en castellano. Miss Jane vivió en Málaga, de ahí su raro acento medio castellano andaluz medio ingles, era una mezcla digna de escuchar. Se sentó en la barra y esperó a que Miss Jane estuviese libre para charlar ese poco rato que le quedaba. Apareció ella de la trastienda con una sonrisa en la cara.
- ¡Andrés! ¿Qué tal todo? Buenos días.
- Buenos días Miss Jane, ¿todo?, me va como siempre- esbozó una amarga sonrisa.
- Ya veo hijo mío, ¿quieres un pastelito? Estoy segura que el bruto de tu tío no te ha dejado para desayunar más que un trozo de pan mal hecho.
- Si gracias, un pastelito me iría bien.
Mientras Miss Jane le traía el pastelito Andrés miró el reloj, le quedaban 10 minutos para desayunar algo con fundamento. Para variar Miss Jane no solo le trajo el trozo de pastel sino que también le dio un vaso de Leche con cacao.
- Tú desayuna con tranquilidad, que si dice algo tu tío ya hablaré con él.
Andrés no sabía porque siempre Miss Jane hablaba de esa manera de su tío, que si era un bruto, un impaciente… Pero a Andrés le daba igual, necesitaba a alguien que compartiese ese sentimiento por su tío y Miss Jane era sin duda la más adecuada.
Andrés se despidió de Miss Jane al acabarse el pastelito y el vaso de leche, estaba ya bien servido. Se dirigió sin ninguna prisa hacia el taller de su tío, mientras se dirigía hacia la herrería se fijó en que no había nadie por la calle, toda la gente debería de estar durmiendo en ese momento exceptuando a los trabajadores como su tío y Miss Jane que tenían negocios que atender.
Al llegar a la calle de la herrería se fijó en el característico cartel rojo de la herrería de su tío "Alfred’s Blacksmithing" , le costó bastante tiempo adivinar que el cartel quería decir "la herrería de Alfred"
- Originalidad al poder- pensó Andrés al ver el rótulo.
Entró sin hacer mucho ruido para ver si era capaz de escabullirse como mínimo un par de minutos pero no, no se le daba muy bien ese tipo de cosas.
-¡Andrés, tu empezar trabajar ya! Llegar tarde tú. Próxima Barcelona.
- Genial- Pensó Andrés – sino fuese porque al llegar a mi casa la bronca sería peor me iría de buen gusto.-
La verdad que su tío era cómo un libro abierto, casi no hacía ni falta escuchar lo que decía, aunque su castellano no fuera del todo correcto por los típicos problemas con los verbos que tienen los extranjeros se le entendía todo muy bien, demasiado bien. Se ve que al saber que iba a venir su único sobrino a pasar el verano con él pero a trabajar, se compró un diccionario. Cuando Andrés lo vio con el diccionario pensó que lo haría para comunicarse con él y contarle o intentarlo, al menos, cosas. Pero eso no fue de esa manera, su tío se compró el diccionario para el uso exclusivo de buscar verbos en imperativo y amenazas.
- Tranquilo tío – todo esto iba acompañado de unos exagerados movimientos de las extremidades por tal de hacerse entender- En seguida me pongo a atender.
- Si, rápido, rápido…- Dijo su tío con un tono de indiferencia.
Andrés se colocó en la barra, el aburrimiento era sinónimo de ejercer ese trabajo, era realmente monótono, sin ningún indicio paranormal, el día que entraban más de cuatro personas significaba que había habido una gran llovida y a unos pocos, poco precavidos se les había roto alguna pieza de metal en las cañerías de sus casas.
Ese día no fue una excepción, entraron dos personas y no compró ninguna, mientras tanto su tío se dedicaba a ejercer su pasión preferida cuando no había nadie que entrase en la tienda: construir armas de decoración, todo y que estaban bien afiladas. El salón de la casa de su tío parecía todo un arsenal de armas, aunque según el nunca les daría ningún uso que no fuera decorativo.
Sólo quedaban veinte minutos para que Andrés pudiese salir de la tienda, no podía aguantar más, llevaba casi ocho horas metido en esa barra mugrienta. Decidió que esos veinte últimos minutos se le pasarían rápido, por lo tanto fue tanteando el bajo de la barra para encontrar la llave que tendría que utilizar mas tarde para cerrar la tienda. Se metió en la trastienda para saludar a su tío, estaba enfaenado en una pieza que llevaba haciendo mínimo tres o cuatro meses, aunque Andrés no lo sabía del todo ya que solo llevaba unas semanas. Aún así en el tiempo que llevaba él en Edimburgo poco había avanzado ese objeto, tenía todo el aspecto de una espada pero no estaba seguro, ya que también lo había visto trabajando en una maza y se pensó que era una hacha así que Andrés no era el mas indicado para pensar u objetar lo que era ese trozo de metal incandescente.
Se dirigió a su tío para indicarle que solo quedaban unos quince minutos para marcharse cuando de repente se escuchó un ruido en la entrada de la tienda – ¿había entrado alguien?- pensó Andrés. Cuando le dio por mirar a su tío que hacía unos instantes estaba concentrado en el trozo de metal se llevó un leve impacto, lo estaba mirando con unos ojos amenazadores, como diciéndole que como no corriese luego le escucharía, en ingles pero la bronca era la misma.
Así que Andrés echó a correr directamente hacía la barra cuando volvió a escuchar el ruido de la puerta cerrándose – ¡no!- cualquiera quien fuera la persona que había entrado acababa de salir por la puerta como si nada. Ni siquiera le dio tiempo a llegar a la barra cuando ya notó el aliento de su tío en la espalda.
- Tu dejar escapar cliente, tu padre oírme, yo decirle tu Barcelona, no poder con incompetencia.
- Perdona tío, ya has visto que no me ha dado tiempo, estaba al lado tuyo, tú me has visto, he ido corriendo, esta persona no ha tenido paciencia…
- En casa hablar tú y yo. Ahora tu cerrar tienda. No tardar tú.
Su tío fue hacia la trastienda, cogió sus pocas partencias, es decir, su chaqueta y su cartera y salió de la tienda como si se estuviera quemando, cosa que Andrés deseó. Estaba furioso, más que con su tío con la persona la cual no ha tenido ni siquiera un minuto de paciencia, sino que ha estado entrar y salir. Andrés estaba preocupado por el hecho de la bronca que le esperaba, estaba cansado, eran sus vacaciones…Pero no había otra solución que tirar hacia delante. Dejó un momento las llaves en la barra mientras se dirigía hacia la trastienda para coger su monedero, siempre lo dejaba detrás, no fuera que alguien entrase y se lo robase. Examinó el monedero para ver si lo tenía todo en orden (cuatro euros y unas fotos…) y todo estaba correcto, ni un euro mas ni una foto menos. Así que al volver a la barra para coger las llaves se topó con un paquete muy pequeño al lado de estas. – ¿De donde habían salido? ¿Quien lo había puesto en ese lugar?- La mente de Andrés en ese momento era un mar de preguntas sin respuestas. Así que decidió acercarse al paquete, estaba recubierto de una lona aterciopelada color violeta, no era muy pesado así que decidió abrir el paquete. Dentro le esperaba una caja de color verde botella con unos extraños dibujos, como unas runas en amarillo. Era como esa caja que su padre le había regalado a su madre, contenía un collar de perlas. Andrés pensó que quizás era un regalo para su tío pero la curiosidad era uno de los puntos fuertes de Andrés. Al abrirla una luz azulada inundó la estancia pero solo duró un segundo, en seguida pudo contemplar el pequeño objeto que había en la cajita. En el interior había una especie de pluma, una pluma metálica, con unas rallas transversales cada una de un color diferente, exactamente había ocho rallas: blanca, amarilla, verde, azul, naranja, violeta, roja y negra. La primera ralla, la blanca, brillaba con ese tono azulado que antes había presenciado Andrés, solamente que ahora era un brillo más agradable, suave. Las demás rallas, aún diferenciar el color que contenían no poseían el brillo de la ralla blanca. Esa pluma rallada, por la parte de atrás se le vislumbraba una especie de imperdible, como para adherirlo a la ropa y tenerlo siempre a mano. Emanaba una especie de imán, una fuerza inesperada que a Andrés le hizo acercarse más a la pluma, cogerla, abrir el imperdible y colocársela en la sudadera que llevaba. Al ponérsela sintió esa gran fuerza que antes le había echo ponérsela recorriéndole todo el cuerpo, se sentía fuerte, invencible pero de repente le vino a la cabeza las indicaciones de su tío <<>> , así que de golpe desapareció toda esa fuerza que un minuto atrás había recorrido todo el cuerpo de Andrés y corrió a ponerse la chaqueta, cogió las llaves de la barra y cerró la persiana de seguridad del local de su tío, cerró el candado y se dirigió directamente hacia la casa de su tío, sin pausa pero sin prisa, sin nada más en la cabeza que la imagen de esa pluma rallada que en ese momento llevaba puesta en la sudadera, emitiéndole esa calor reconfortante y esa fuerza surgida de la nada.
T.T
no critiqueis mucho,
mas adelante el segundo capítulo!
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